Responsabilidad personal y control ajeno

Sé que no suena «ortodoxo» lo que diré ahora, pero a raíz de una conversación con Laia Simón Martín me puse a pensar en el control que queremos ejercer los adultos sobre los niños hasta en cosas que no deberíamos controlar nosotros. Es decir, somos responsables de su crianza, bienestar y educación, pero esto no significa que tenemos que decidir en SU lugar TODO, sino consensuar con ellos, observar qué les gusta, seguirles la onda, dejarles tomar responsabilidades desde que se muestran deseosos de hacerlo en función de su nivel de madurez.
Tampoco es tan difícil. En realidad dejarles de forma paulatina la responsabilidad de sus propia educación es el camino más fácil y con menos esfuerzo para todos. La naturaleza o el ADN nos lo pone mucho más fácil de lo que creemos. Porque el ser humano está diseñado a aprender copiando e imitando, y nace libre de prejuicios, de convencionalismos o deseos de controlar a terceros, él lo único que quiere es controlar su propio desarrollo, este es el programa incrustado en nuestros genes, venimos de «fábrica» así. Este programa hay que dejarlo desarrollarse; permitirle al niño decidir y elegir le ayuda a madurar y a perfeccionar su propio sentido de disciplina y organización, de autonomía e independencia.
Porque posibilitar el despliegue de la responsabilidad nos aligera a nosotros, los adultos, poco a poco, y no nos obliga a cargar con problemas «ajenos» aunque se trate de nuestros hijos, en este caso.
Cada uno debería ser responsable de su propia vida y sus elecciones, con algunas excepciones (cuando se trata de niños muy pequeños que todavía no tienen un criterio por falta de experiencias vitales básicas).