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¿Inspirar o juzgar?

Acabo de ver un video bastante inquietante, grabado a escondidas, de una mujer que está en una sala de espera de alguna institución junto a un niño – no sabemos qué grado de parentesco hay, si es que hay, entre ellos – que tiene un comportamiento agresivo hacia ella y manifiesta el deseo de huir del espacio respectivo continuamente; ella lo agarra y lo devuelve al sitio de espera cada vez. El niño le pega cada vez que puede, ella lo evita y lo inmoviliza sin más.

La difusión de este video ha sido bastante amplia en las redes sociales, en concreto en FB.
Sinceramente no entiendo por qué. Me parece una pésima idea difundir este video.
Me explico.

Si queremos cambiar algo en este mundo, seamos nosotros modelos de lo que queremos enseñar, inspiremos con nuestras mejores ideas y actitudes, con videos o materiales propios si acaso, no difundamos lo que no nos gusta, sino lo que sí, nos gusta.

Además de no inspirar positivamente a nadie, este video no ofrece explicaciones de ningún tipo, no sabemos qué ocurre allí, quiénes son las personas, ni estamos seguros de su relación de familia.
Tampoco ofrece una solución para situaciones de este tipo.
Encima tampoco me parece que tiene mucho que ver con la educación en sí.
No beneficia ni a los implicados, ni a los que lo hemos visto.
Además parece poco ético difundir un video grabado sin consentimiento de los implicados.
Lo único que parece que inspira este video es a juzgar a los implicados y a cotillear sobre su comportamiento; vamos, alentando más bien la perdida de tiempo del público que comenta y opina alegremente sin tener más información que aquellas imágenes.
Mis preguntas son: ¿hay algo constructivo en esto? ¿a quién y de qué manera ayuda?

Si las personas que publican estas cosas se dedicaran a publicar contenidos más inspiradores o de fabricación propia, el mundo cambiaría más rápido y de forma más eficiente y amorosa, la verdad.
Dejemos de hacer publicidad a materiales de una calidad u origen dudosos.
Usemos nuestra creatividad para construir nuestros propios materiales inspiradores, sean fotos, videos, artículos, frases, canciones, poemas…
Creemos nosotros tendencias de educación respetuosa y positiva.

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P.S. Consciente de ello, ilustro mi entrada con una foto que me parece mucho más inspiradora que la imagen de aquel video para cualquier familia que quiere educar de forma respetuosa.

«Embrujada»

Una amiga mía, Teresa García, http://www.sincastigos.com/, ha puesto hoy en Facebook las siguientes preguntas:
«¿Y si las creencias se cambiaran en minutos??? ¿Cambiaría tu vida? ¿sería diferente si pudieras pensar que tienes la capacidad para hacer lo que quieres?»

Me he puesto a pensar y me doy cuenta de que sí. Está claro que sí.
¿Alguién se acuerda de la serie aquella de los años 60-70, «Embrujada»?
Samantha, la protagonista, era una bruja adorable que se casa con un mortal y forman una familia muy unida que se encuentra con los típicos problemas diarios con los que se enfrentan todas las familias de este mundo. Uno de los problemas era la madre de ella, vieja bruja a la que no le gusta su yerno (por ser mortal, sobre todo) y que no deja de intentar meter cizaña de vez en cuando entre ellos.
Pues bien, recuerdo que de pequeña me maravillaba no sólo de las capacidades brujeriles de Samantha, sino, sobre todo, de su carácter alegre y tranquilo, incluso cuando se cogía algún enfado. Hacía sin querer una comparación entre las madres que yo conocía y Samantha. Claro, la serie estaba bastante idealizada, por supuesto, pero yo era pequeña y no me daba cuenta hasta qué punto.

Después de 30 años he vuelto a ver esta serie junto a mis hijos, después de encontrarla en DVD en las tiendas, y fue ahora cuando tomé consciencia de lo gracioso y reconfortante que resultaba el carácter de la protagonista. También fue ahora cuando me di cuenta de que hay ciertos aspectos de la vida que no están tan idealizados en la serie.
Me puse a pensar del por qué y encontré la respuesta en seguida. Muy fácil, porque ella sabe siempre que tiene recursos para todo, sabe que es bruja y que ningún mortal le puede hacer daño, ni a ella, ni a su familia. Por eso tiene esta paciencia y alegría con todos los de su alrededor – familiares, amigos, conocidos, vecinos, enemigos, desconocidos…

Volviendo a las preguntas de mi amiga, Tere: si mis creencias cambiaran en minutos y pensara que tengo la capacidad de hacer lo que quiero mi vida cambiaría por completo.

Me ocurrió esto cuando decidí educar en casa, nunca tuve la duda de que somos capaces a educar a nuestros hijos, estaba tan convencida de que tenemos la capacidad de hacerlo que … ¡lo hicimos sencillamente! Los niños tienen casi 17 y 15 años, respectivamente, ya tienen ahora autonomía para estudiar y aprender solos muchas cosas aunque sigamos acompañándoles en este proceso. Miro atrás y no me arrepiento ni un segundo de haber tomado esta decisión, de habernos dejado llevar por este convencimiento en cuanto a nuestras capacidades como padres-educadores. Tuvimos un poquito de miedo al principio, sí, pero esta confianza en nuestras posibilidades nos hizo seguir adelante con mucho ímpetu.

También tuve esta sensación todas las veces que emprendí nuevas aventuras – de aprendizaje, de vivir en otros entornos, de probar nuevas maneras de pensar, incluso – siempre me decía que puedo hacer lo que quiero, y efectivamente lo hacía.

A veces necesitamos sólo una frase para cambiar de actitud frente a la vida. Otras veces no basta con una frase, quizá es algo que nos ocurre a nosotros o a nuestros amigos.

Cuando uno no está contento con lo que ocurre en su vida una buena táctica es imaginarse qué haría si pensara que puede cambiarla… y luego ponerlo en práctica aunque sólo sea en parte, y no tener miedo a los cambios. Se necesita tener valor para imaginarse cómo poner en práctica lo que crees que puedes hacer. Se necesita ser valiente para abrir la jaula de los pensamientos inoculados por terceros desde que éramos pequeños.

Hablando de personajes con valor (y puesto que hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer) otra mujer valiente que me vino a la cabeza es María, la protagonista de «Sonrisas y lagrimas» – en concreto pensé en la escena en la que ella misma se da ánimo al enfrentarse con el reto de ser por primera vez en su vida institutriz para siete niños: «All I trust I give my heart to, all I trust becomes my own; I have confidence in confidence alone! Besides which you see I have confidence in me.» (una posible traducción sería «Entrego mi corazón a todo en lo que confío, y todo en lo que confío llega a ser mío; ¡sólo tengo confianza en la confianza misma y además, ya ven, tengo confianza en mí misma!»)

Precisamente la clave es tener confianza en uno mismo y no ponerse límites.